
Indianápolis
Mientras,
Tempestierra,
las criaturas de la noche me
exigen respeto.
Todo
está más iluminado que de
costumbre.
Yo quisiera dormirme, aunque
sea bajo el tenor de una
sobredosis,
pero
coherencia,
toca buscar el sucucho donde
hoy se esconde Santiago,
Tempesnoche.
Allí
en la Alameda,
sobre
un bar mediocre,
los ángeles me exigen sensatez.
Pero yo ya no estoy para
barbaridades,
y
esta es la última vez.
Tempeslluvia, me anuncian que
falta poco,
que arriba ya está todo listo,
que tempesborrón y
cuenta nueva.
Yo
venía pensando
que
todo estaba mal en mi vida.
Entonces,
tempescresta,
todo está bien.
todo está bien.
Es
verdad,
podría
comer mejor,
despertarme
más temprano,
durar más de dos semanas en
una relación.
Pero cuando la mierda se escurre
entre los ojos, los oídos, los
dedos,
es
difícil,
una
tontería,
escaparse
de la tentación
de
caer
vertiginosamente.
Mejor
vagabundear las calles y
caer
de
vez en cuando
en los sucuchos escondidos,
donde la ciudad se vuelve
sentimental
y
saca a relucir
los
trapos sucios.
Tierra y noche, Ángel nuevo.
Entonces, ahora perdiguero:
anoto las calles y los rostros.
Porque sé que mañana no habrá
ciudad, sino un charco gigante
donde los escombros floten
hasta el Llolleo.
-Enoch.
Progreso
Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos
y recomponer lo despedazado
Walter Benjamin
Cuando la Alameda termine de quemarse,
inhalarás y exhalarás azufre, Mateo.
Sabrás que tus hermanos ya no existen,
que eres uno en el universo.
Cuando la nafta termine de consumirse
serás rey, y reirás lleno de apoteosía.
No sabes que lloverá mañana
y que tu inocencia y tus llamas y tu rencor
son efímeros
como tu quijada indeseable y tu zizeo.
Que el agua consume más que el fuego, Mateo.
Pero estás feliz,
y corres como un cabro chico tras la pelota.
Estás haciendo el gol que nunca hiciste en el colegio.
Eres el más vío de tu barrio.
En tu mente, ves cómo tu madre se calcina,
cómo la cana se calcina,
cómo las micros se calcinan,
cómo la pega y la señora que no tienes
se calcinan
Y los amigos de mierda que no tienes
y los pacos,
y la pasta,
y tu astigmatismo,
y tu sueño de ser piloto
se calcinan.
Ya nadie te puede hacer daño.
Sólo el agua que consume más que el fuego, Mateo.
Al final, cuando las copas de los edificios
como zurullos en el charco
se asomen frente a tus ojos,
estarás sentado en el mojón más grande,
observando todo desde Tobalaba.
Hasta que te llegue el día en que mueras de pena.
Tres mil codos midieron
Ahí Maneki Neko haciendo como nada,
la fiesta alrededor, las bestias.
Es como si el alcohol no tocara sus labios.
Ahí Maneki Neko sobre los amantes-manada
destrozando el departamento de alguien.
Sus cuerpos como torpes gigantes entre los edificios.
Y Maneki Neko, nada.
Marihuana, nada.
Sólo un extraño en la escena.
La vida en espera hasta el lunes.
Y ellos con cada caña, la vida,
llenos de coraje frente al absurdo.
Consientes de la levedad y del carajo.
Explotando el sin sentido y la culpa.
Negro y negro.
Oprimen y corrompen. Atacan y pelean.
Destrozan la tierra y traen pesar.
Nada de lo que comen les basta.
Ni cuando tienen sed quedan ahítos.
Un pueblito consumido por la barbarie
Son las 10 de la mañana.
Estás en Carmen,
pero no hay gente transitando
las calles.
El piso está lleno de menús chinos.
Detrás de la esquina hay algo.
No soportas la estática,
te zumban las orejas
y te duele la guata.
Te pusiste los calcetines cambiados
y detrás de la esquina hay algo.
Parece que mientras hablas, nada.
Flotas. Hace cuatro días que deambulas.
Parece que te han dejado, quizás.
(Un sendero,
desciende)