Juan Carreño (Rancagua, 1986) es autor de dos
libros de poesía: Compro fierro (Lagartija
Ediciones, 2007; Balmaceda Arte Joven Ediciones, 2010) y Bomba bencina (Das Kapital, 2012). También participa activamente en
la Escuela Popular de Cine, con quien levanta en poblaciones de todo Chile el
Festival de Cine Social y Antisocial, denominado FECISO. En este momento,
prepara su primera novela, Budnik, la
cual se publicará en Cinosargo Ediciones. Dejamos con ustedes algunos
fragmentos de ella.
Fotos de Cristóbal Olivares
Material publicado en la revista Agua Maldita N° 3 (septiembre, 2015).
1.
Fotos de Cristóbal Olivares
Material publicado en la revista Agua Maldita N° 3 (septiembre, 2015).
1.
Y todo esto me hace recordar cuando mi mamá me llevaba a
robar al supermercado. Pasta de dientes, desodorantes, colonias, de todo eso.
Lo malo es que de todo lo que vendía no me daba ni uno a mí. Así que dejé de
ayudarla, para siempre. Me fui de la casa y me fui a vivir a un tubo de cemento
Budnik que hay atrás o adelante de las plantaciones del Antumapu. Vivía solo y
dibujaba lo que quería. Era totalmente libre. Y vivía de la basura. O sea, no
es que me la comiera, sino que recolectaba lo que la gente iba a botar (sobre
todo vecinos de las poblaciones cercanas o angustiados que iban a tirar
desperdicios de construcciones, ropa, cachureos, cosas así) y vendía mi
mercadería en la feria o, si no, a la chatarrería de la tía Queca, la madrina
de todos los desabrigados y malditos, como yo. Por aquel tiempo ya no extrañaba
a mi familia y prefería que estuvieran muertos. Pero en fin. Era feliz. Hasta
que un día llegó gente a instalar una mediagua del Hogar de Cristo al lado,
pero justo al lado, de mi tubo de cemento. Padre Hurtado y la conchetumare,
pensé yo. Era un viejo culiao flaco y chico que se pasaba el día tomando
cocacola con tapsín y su señora, una guatona con mirada de vaca que de una
radio a pilas se las pasaba escuchando casets piratas de música evangélica a la
sombra de unas mallas ferianas. Ambos comenzaron a quitarme toda la basura y,
más encima, como yo era chico, no podía ni defenderme. La primera vez que les
intenté quemar la casa, el viejo chico me agarró del pelo y la vieja a pegar escobazos. ¡Pero
es que ustedes me quitan toda la basura!, les gritaba llorando yo, si hasta
llegué a soñar que los muy maracos me quitaban el tubo de cemento. Pues eso.
Ahora vivo en Buin en una carpa debajo de un sauce y tengo un perro que se
llama Basurita y ambos nunca hemos conocido el amor. Vivo juntando latas de
aluminio y rescatando, de vez en cuando, medidores de agua de una población
nueva que están construyendo.
2.
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36.
El tiempo en que
pasó esto no estaba mi mamá, mi papá estaba con mi tío Esteban Camilo, y había
plata. Pero ni mi tío ni mi papá estaban trabajando. Puede ser que mi papá haya
recibido la plata por la casa que botó la gente de la carretera. Pero no sé.
Todo es bien borroso. Pero sé que mi papá se puso loco. Con mi tío invitaban a
mucha gente a la casa, las primeras veces compraban vino, ron e hicieron
asados, pero después compraban puro copete, petacas baratas. Y era fiesta todos
los días. Y llegaban muchos hombres, la mayoría eran hombres. Una pura vez
llegó una mujer que era la polola de alguien y todo terminó en una pelea. Yo me
acuerdo que esa vez, estando en mi pieza, veía las luces de los carabineros
rebotar en las paredes. Yo no veía nada, pero igual me imaginaba lo que
escuchaba. Que uno quería matar y reventar a balazos a otro, que el otro le
decía y qué pasa, tal por cual, que en cualquier momento vuelvo y te tapizo la
casa a tunazos, u otro que saltaba y decía calmao hermano, qué calmao acá, y
los sonidos de las puertas cerrándose, desencajándose, los sonidos como de
grito ahogado, como de alguien tragándose un combo o un palo en la cara o mi
papá apareciendo donde yo dormía, diciéndome que él estaba durmiendo conmigo
por si me preguntaban y que le dijera a los pacos que en cualquier momento
llegaba a buscarme mi mamá y que ella siempre ha vivido con nosotros. Y yo lo
miraba a él. Ahora que lo pienso fue la primera vez, ahí, que me imaginé a mi
papá muerto.
40.
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Una de las
últimas imágenes es estar en el segundo piso con todos los compañeros tirando
aviones de papel. Hicimos tira todos los cuadernos (yo me dejé el de dibujo, el
que tiene las hojas completamente blancas), pero a todos, todos, nos importaba
una mierda, fue como una fiebre que agarró al colegio entero, hombres y
mujeres, el de hacer aviones de papel, los más bacanes y perfectos. Sí, algunos
se deslizaban en el aire casi en línea recta, la idea era que algún avión
saliera de la escuela, que atravesara la multicancha (que estaba inundada) y
cruzara el muro con alambre de púas. Teníamos todo el patio tapizado con
aviones. Y gritábamos como monos cada vez que uno se deslizaba y alcanzaba un
vuelo como para salir del colegio. Fue pal pico, como una revolución. Unos
compañeros le pegaron a una profesora. Una de las tías del aseo, que era la
mamá de uno de nuestros compañeros, se agarró de las mechas con la inspectora
que supuestamente le había pegado a uno de sus hijos. Uno no podía ni subir ni
bajar por las escaleras, los más grandes te tiraban pollos verdes en la cabeza
si lo hacías. Y no había profesores. A la profe de artes la habíamos hecho
llorar durante la última clase. El profe de lenguaje, que era como un jipi así
como marigüanero y como poeta que se llamaba Renato, no aguantó, salió de la
sala y del colegio y no volvió más. El director había llamado a los pacos y
llegó un furgón como con diez fuerzas especiales, y ahí como que todo explotó,
por lo menos los de mi curso bajamos y con hartos cabros más (todos con la
caras rojas, transpirando, gritando cualquier cosa, el asunto era dar jugo)
abrazamos a los pacos y les pedíamos prestados los cascos, las lumas, las
pistolas, algunos incluso preguntaban si tenían los caballos afuera, otros
decían que cuando grandes querían ser carabineros, pero sobre todo Fuerzas
Especiales, y gritábamos cosas como ¡queremos libertad!, ¡queremos libertad!, y
subíamos a los segundos pisos con ellos, les mostrábamos los aviones de papel,
si hasta una compañera, que era la única que tenía un celular con cámara, se
sacó fotos con los pacos.
Muy bueno, excelente, quiero un ejemplar cuando ya esté lanzado.
ResponderEliminarBuenísimo,, me encantaría leerlo! felicidades juan
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