domingo, 8 de noviembre de 2015

Exposición en el "III Congreso Internacional de Poesía: El poema más allá del poema", en la Pontificia Universidad Católica de Chile


De izquierda a derecha: Colectivo La Zalagarda;
el organizador y moderador Roberto Ibañez Ricóuz;
Patricio Contreras Navarrete y Álex Bay (Colectivo Poético Agua Maldita);
Colectivo Pez Soluble; y a la derecha estaba Sudor de Poeta, quienes
no aparecen en su totalidad debido a lo que abarca la fotografía.
Publicamos nuestra exposición en el congreso mencionado, donde nos presentamos el día viernes 30 de octubre de 2015. Nuestros expositores fueron Patricio Contreras Navarrete y Álex Bay, quienes respondieron dos preguntas eje que sugirió la organización, para luego dar paso a un conversatorio en torno a los colectivos de poesía participantes, donde también estuvieron presentes Pez Soluble, La Zalagarda y Sudor de Poeta. La mesa de discusión se llamó "¿En qué está la poesía joven? Una mirada desde los colectivos" y estas fueron nuestras respuestas:


1. ¿Quiénes son, por qué la necesidad de conformarse como colectivo, cuáles son sus intereses, motivaciones y proyectos (actuales y pasados), dónde trabajan y cuáles son sus medios e instrumentos de trabajo, cuál es su visión acerca de la poesía. [Respondida y expuesta por Patricio Contreras Navarrete].

          En primer lugar, en este momento somos dieciocho participantes, hombres y mujeres con un proyecto personal de poesía y un proyecto colectivo de política y cultura. Nuestras dedicaciones en particular son muy variadas: educadores y educadoras, intérpretes musicales, audiovisuales, psicólogos, trabajadores y trabajadoras independientes, intérpretes escénicos y activistas agrícolas. Estas ocupaciones complementan y nutren nuestra labor poética, en la cual también trabajamos con mucho ímpetu y total convicción.

          La necesidad de organizarse nació con fines pedagógicos. Nuestro colectivo partió como taller el jueves 8 de agosto de 2013, en el ex CSCA Libereco, okupa de Recoleta, la cual fue desalojada a fines de ese mismo año. Luego de eso, pasamos a trabajar en el Centro Cultural Manuel Rojas, Barrio Yungay, donde también realizábamos nuestras actividades; aunque a ratos nos asentábamos en Casa Volnitza, sólo en caso de eventos. Luego de un tiempo en el Manuel Rojas, donde contamos con el apoyo de Rodrigo Hidalgo y Daesha Friedman, pasamos a La Farfalla, okupa también del Barrio Yungay, donde nos quedamos varios meses hasta su desalojo. De ahí, volvimos al Manuel Rojas, para más tarde ubicarnos donde estamos ahora: la Casa de los Diez. 

          En ese entonces, en nuestras primeras instancias organizativas, ejercí como educador, aunque siempre con un proyecto horizontal y popular que muy pronto se radicalizó y se volvió más consecuente. Al principio, se cobraba aporte voluntario; luego, una cuota por sesión; después, por último, una cuota mensual. Hasta que definitivamente se acabó la lógica de taller y comenzamos a funcionar como colectivo. Esto ocurrió el 13 de julio del presente año, donde nuestro proyecto cobró la forma actual y, desde ese entonces, funcionamos de manera horizontal, cooperativa y autoformativa.

          Si bien nuestra primera necesidad fue pedagógica –la cual sigue muy patente en nuestro colectivo–, también fueron importantes nuestras inquietudes políticas y socioculturales, siempre muy críticas y urgentes. Eso nos fue dando la manera y la consistencia con la que trabajamos hoy, siendo quizá ese nuestro sello más reconocido. Nuestros intereses actuales son totalmente transformadores. Nuestra orientación crítica nos lleva a popularizar las artes y deselitizar la poesía, dejando de concebirla como algo exclusivo y sacándola de los círculos cerrados, amiguistas y excepcionalmente académicos, para presentarla en okupas, centros culturales de fácil acceso, parques públicos, poblaciones y lugares donde cualquier persona pueda participar, sin aduanas ni marginaciones varias. También rechazamos los fondos estatales y municipales, ya que nuestros afanes libertarios siempre nos han llevado hacia la autogestión, el antiautoritarismo y el apoyo mutuo, razón por la cual trabajamos en conjunto con el Movimiento Anagénesis, grupo editorial, audiovisual y comunicador social afín a nuestras posturas. Eso es lo que nos motiva y lo que nos define, y a esto nos hemos mantenido fieles.

          Por último, nuestra visión poética –aparte de popular, transformadora y deselitizante, como ya mencioné– es partidaria del trabajo, la corrección en grupo, la edición constante, la pluralidad de miradas y de voces, la armonía de género entre lo femenino y lo masculino, la autoformación y el acceso global a la cultura. No creemos en los colegios oficiales y las universidades como excepcionales formadores de escritores y escritoras. Creemos en la vida misma, en el arte compartido y comprometido. Creemos en las palabras como objetos materiales, con las cuales se pueden construir y edificar obras importantes. Por eso, nuestros medios e instrumentos de trabajo son las palabras como tal, el papel, las tapas, los materiales serigráficos y xilográficos, el martillo, los hilos, etcétera, con los cuales hacemos nuestros poemas, los encuadernamos y los publicamos, facilitándolos a quienes quieran leer, escuchar y compartir.

          En cuanto a nuestros proyectos, hemos ido lanzando la revista Agua Maldita, que se edita semestralmente y con la cual ya vamos en el 3er número. También organizamos trimestralmente los festivales “Equinoccio” y “Solsticio”, los cuales marcan los cambios de estación, para acentuar el espíritu revolucionario y de renovación profunda. Por último, organizamos mensualmente lecturas que ya llevan dos años de recorrido, las cuales al principio se llamaron “Chile o los 40 años de Sodoma”; luego “Parias, poetas y borrachos”; y finalmente “Poquita sed”. A raíz de éstas, lanzaremos muy pronto una antología con veinte autores y autoras que, según nuestra perspectiva, renuevan lo entendido por poesía y se sitúan como referentes de lo más actual del género, todos y todas participantes alguna vez de nuestras actividades. En concreto, eso es lo que tenemos entre manos, aunque no nos cerramos a seguir ideando nuevas formas de organización, crítica y exposición artística. Nos mantenemos en constante movimiento.

          Somos, en resumen, trabajadores y trabajadoras de la palabra escrita. Con el transcurso del tiempo, queremos ir levantando proyectos políticos y socioculturales mayores, cada vez más ambiciosos y radicales, pero por el momento escribimos, nos autoformamos, publicamos y compartimos lo nuestro, hasta que el cuerpo aguante. 


2. ¿Tiene la poesía un rol social? De tenerlo, ¿cómo se trabaja? [Respondida y expuesta por Álex Bay]. 

          Definitivamente sí. La poesía siempre ha comunicado –con o sin fines políticos– y este acto está mediado por el lenguaje. El lenguaje se materializa principalmente en la lengua hablada, y ésta es un producto de convenciones sociales. Por ende, podemos afirmar que la poesía cumple un rol social tanto al evocar una percepción individual como al expresar las inquietudes de una comunidad o colectivo de personas mediante una voz. El eje de discusión, por tanto, lo apuntamos a preguntarnos desde qué punto de vista se piensa el rol social en la poesía. En el momento en que la corriente futurista, liderada por Marinetti y considerada una de las vanguardias históricas, proponía un embellecimiento de la guerra a través del esteticismo de distintos aparatos bélicos, cumple un rol social desde la práctica poética, claramente de tendencia fascista y reactiva hacia la propia humanidad. Así mismo, en el realismo socialista podemos observar el rol social de querer uniformar el pensamiento, utilizando el poema como una herramienta de difusión ideológica. Podemos notar, entonces, que hay un abanico gigante de roles sociales que podría tener la poesía. 

          Para nosotros y nosotras, el rol social que tiene aborda dos aristas. Primero, pensándonos puramente como colectivo poético, tenemos una perspectiva en común que es denunciar una serie de injusticias sociales que van desde la explotación, la opresión de género, la ausencia de libertades sexuales, hasta el reconocerse como seres humanos, entre otras. Este descontento, que se transforma en nuestra columna vertebral, permite compartir una esencia común que constela cada una de nuestras voces, todas con un sello personal distintivo. En este sentido, cobra vital importancia el considerar que la poesía tiene un impacto importante al abrir mundos y expandir concepciones mediante el lenguaje, lo que nos lleva a aseverar que su rol social no está situado en sí misma, sino a través de lo que puede lograr ser develado por un receptor en sus múltiples formas de ser transmitida. 

          En segundo lugar, nuestra práctica implica actuar como coordinadora cultural, y esta actitud política hacia el terreno del arte y la cultura propone descentralizarlo, sacarlo de la academia y los espacios de elite, para llevarlo a aquellos espacios en los cuales no existe acceso, hacia un público no necesariamente conocedor de esta expresión artística. 

          Esta doble cara de nuestro trabajo nos ha permitido fluctuar en distintos espacios de difusión, siendo la organización social –a través del trabajo de coordinación cultural que hacemos– el soporte que contiene nuestro quehacer poético, y que nos permite tener la agudeza crítica para saber hacia dónde avanzamos, pues creemos que esta reflexión es fundamental para no orbitar puramente en los espacios típicos de la poesía, y terminar, aunque no se quiera, perpetuando su elitización y acceso restringido. 

          Para nosotros y nosotras, el trabajo horizontal, colectivo y autogestionado es lo que nos permite materializar el rol social, que discutimos en nuestras reuniones y que manifestamos en las distintas actividades que organizamos. Nuestra manera concreta de descentralizar el arte y la cultura es gestionando festivales de poesía en la periferia de la ciudad, apoyándonos en organizaciones de base, de los mismos barrios o poblaciones, que nos colaboran con la difusión hacia la comunidad de nuestras actividades, como también nos ayudan a conseguir espacios para realizarlas. Nuestro objetivo aquí no está apuntado a pretensiones mesiánicas ni intervencionistas. Eso sería iluso de nuestra parte. Pero creemos con absoluta certeza que nuestras actividades en torno a la poesía pueden contribuir a una nueva forma de compartir el arte, de comunicarnos y acercarnos a la cultura, rompiendo los cercos impuestos por quienes detentan la hegemonía en esta área. Es así como hemos forjado alianzas con el Anfiteatro Cortijano, en Conchalí, o Patas en el Barrio, de La Granja, sólo por dar dos ejemplos concretos. 

          A su vez, hemos publicado varias revistas que condensan el trabajo de taller que se ha realizado, promoviendo distintas ópticas tanto sobre el quehacer poético como de otras inquietudes políticas y culturales, todo esto gracias al apoyo inigualable del Movimiento Anagénesis, que –como organización cercana– nos ha ayudado en los procesos de edición, de confección y –por qué no decirlo– nos han enseñado en talleres a aprender a encuadernar, otorgándonos la posibilidad de estar en todos los momentos de elaboración de dicho material. Este instrumento busca difundir y promover una mirada que hace mucha falta en el panorama actual de nuestro ejercicio y que es de fácil acceso para todos y todas. 

          Por último, estamos trabajando en fomentar talleres de poesía hacia niños y niñas de todas las edades, para acercar de manera lúdica la poesía a gente que nunca ha tenido contacto con ella. Hemos pensado en ejercicios al estilo dadá, para confeccionar poemas recortando frases o palabras de diarios, por mencionar un ejemplo. En esa dirección, consideramos tremendamente nutritivo el hecho de que en este Congreso haya tanto énfasis en el trabajo de taller, aunque hacemos el reparo y emplazamos a los distintos actores sociales –como también a cada uno de los colectivos aquí presentes– a replicar estas mismas experiencias fuera de los circuitos cerrados de la academia y las aulas formales, empoderando a las víctimas de esta enseñanza obsoleta y servil, quienes podrían utilizar la poesía como una herramienta trasformadora para, a través del lenguaje, ampliar sus horizontes, organizarse junto a sus semejantes y liberarse de este trampa llamada educación chilena.

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