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Foto: Tamara Kramarenco |
Bolero frágil
No le temo al sol ni al frío.
A los delincuentes,
a los diarios o al resto de la gente;
no les tengo miedo.
No le temo al mar ni a Marx.
Me burlo de la mentira
tanto como de la verdad
haciéndole morisquetas a la razón
que me habla del ocaso.
Me cago en las naciones,
en sus leyes
y aún más en sus presidentes.
Caos-caca-yerba-coca,
no me importan.
No le temo a nada;
ni a la vida
ni a la muerte.
Pero si un día,
cualquiera sea,
no me miras o no me hablas
moriré en ese instante.
Días comunes
Cuerpos divagan en camas sin patas,
haciendo todo en burbujas
que al mirarlas fijamente van cambiando de aromas chispeantes
a notas musicales que mutan de rectángulos a círculos
y de círculos a triángulos en un abrir y cerrar de anhelos.
La parte de arriba del cuello
sube y baja de manera inconsciente.
Las paredes charlan,
los colores huyen de las cajas,
caminan sigilosos
cual si fueran humo respirando fuego.
Estamos los que estamos,
pero podríamos ser alguno más,
si es que no faltara
el clásico minino plomo.
¿Quién sabe en qué momento
o en qué otra vida nos pusimos de acuerdo
para ser ahora lo que somos?
¿Quién sabe lo que no sabe
cuando se cruzan los cables
y las miradas mutan a gestos?
¿Por qué algunas palabras
hacen nata en el pasillo oscuro
una vez que se apaga el faso
y otras se desnudan
para tirarse a la piscina de las bocas lobas?
En fin,
¿para qué tanta pregunta?
Mejor cantemos la estrofa sabida,
repitamos lo antes dicho
y sigamos siendo polvo de estrellas trasnochada
sobre el colchón de cercadas cenizas.
Fuera de serie
Ella es un espejismo dramático
de magma incandescente
explotando a cada rato.
Un paisaje vicioso a secas.
Una especie de cactus
compuesto de pasiones y añoranzas
que nunca abandono,
porque ellas tampoco se alejan.
Ella es sentimental hasta la luna
y enemiga total de la mente.
Es el club donde se divierten las ilusiones
y se van a las manos con la Sra. Realidad.
Ella es bambalinas
antes que escenario o público.
Es la ruleta del azar,
la parábola
que se une al número de la fortuna
y
¡PAF!
La resaca al despertar.
Ella es el rayo que entra por la ventana
sin pedirle permiso a la neblina después de la lluvia,
la melodía del llanto improvisando nidos
para zarpar en cualquier bote
y naufragar en cualquier charco.
De ella dicen que no se ve,
pero,
¿cómo eso va a ser posible?
Si yo la puedo ver,
la puedo sentir cuando agarra mis pies,
afinándoles las cuerdas y empujándolos a correr.
Ella también es alma y espíritu
levantando mis brazos
ante las pesadas pesadillas
de tomar la micro cada mañana
Extranjero
Me gusta ver el sol entre pestañas
y cuando el fantasma de tus besos me sonríe
no saber si estoy cansado o ebrio.
Me gusta que mi cabeza tiemble
cuando en el camino aparecen las nubes
y al rato la tierra de mis sentimientos
sea un barrial ante la llovizna de tu ausencia.
Me gusta la ignorancia que ostento
ante los sabios granujas
que son la razón y el universo.
Y no saber más de lo que sé
ante los llamados
y el toc toc de las miradas añejas
mezcladas con el atuendo inconfundible del Sr. Amor.
Y no se te vaya a ocurrir pensar que estas letras
son un ruego de mi torpeza,
si algún día le dan cara a tu rostro cuando ya seas pasado.
Estas letras simplemente
son el pasto sobre el cual poso mi cuerpo,
cuando con la mirada en el infinito
hago dedo en el cielo
esperando que una tormenta de ocaso
me lleve por las únicas rutas
que me gusta recorrer cuando te pienso:
las del olvido.
Pero…
el caleidoscopio de tus ojos en mis pestañas
fue siempre mi viaje predilecto,
aunque nunca lo haya dicho en tu idioma.