sábado, 26 de julio de 2014

Alex Bay (2da selección)

Foto: Tamara Kramarenco
Reseña biográfica + info y otros poemas aquí.


Reptilar

Acaso el ocaso
una duda
un espejo
un cuchillo a la mano
una puerta abierta
de refrigerador
buscando una respuesta.

O la madrugada
desnudando el secreto
de los bares
quebrando el ciclo
de las máquinas
pájaros rodeando
las cloacas
los suburbios de leva
en plena madrugada de Santiago.

Sonaron las campanas
a medianoche
y los niños salieron
a recreo
claro que ahora
tuvieron deliberadas razones
para dudar
de ese juego.

Una gota o dos
un tango feroz
viejos exhibiendo
la miseria de la calle
y la Posta Central
con infarto.
Un decreto de muerte
a ciertos órdenes.

Como reptiles
transitamos entonces
algunas verdades
cubiertas por el velo
de los horarios
mientras nuestras caras
se han ido derritiendo 
junto a las sonrisas
que intentaron educarnos. 


Interrumpido y continuo

Una muela cae
dormida
y mi tacto se vuelve
-con la lengua-
algo que falta.


Llego a trabajar.
Decenas de mesas
y gente transitando:
mi muela vuelve
a su lugar.


Cae una amalgama negra,
en mi mano se devela,
por la boca sale vomitado
un líquido que no cesa
ni siquiera dirigido
al lavaplatos de mi casa.


Cayó el sueño interrumpido
por 2 segundos
y continuó perdido
bajo un abrir y cerrar
de las huellas
en la carne,
azotando la calma absurda
-y actuada-
de un mundo
en que todo aparentemente
"está bien",
y que sólo 
 

              sobrevive 
                                       en
                                                                      mis
                                                                               pesadillas. 



Mesa 38

Su cara me da asco
su pelo, su mirada
asquerosa de Rambo
me da asco.


Otoño se ríe de nosotros
que recogemos palomas
las migajas de vuelto.

Musas con diarrea
nos sacan la lengua
y bajamos el peso.

Y su cara me da más asco.

Cuando insulta
con desprecio
por las cuentas
que no vuelven
por otros ascos.


De anunciado:
resaca temprana.

Niña, levántate
                                        (que no vomite más)


Las luces se prenden
y Dios ya no está.



Inmanenta

Biblia en mano
furia en la mirada
me dijo un día:
sólo contraeré
matrimonio con la teoría.
Se retorcía
para calzarla a la vida
complejo de
hermanastra cenicienta.

Tanta parábola
no nos dimos cuenta
que los absolutos son ojos
reventados a puntazos.

Pero el infierno, amigos
ya estaba montado
sin importar
en qué dirección corriera:
pasé a tener ficha de convicto
los queridos se convirtieron
en una ciudad baldía
del viejo Oeste
y mis lágrimas de perro
se desgajaron
como el tiempo
en el Loa.

Este ejercicio necesario
pero tedioso
de poner en la mesa
ropa apolillada y babosa
-a plena luz-
es recordar que muchas palabras
se las lleva el carro de las certezas forzadas
pinturas confeccionadas con brocas
que sólo saben encontrar agujeros
al otro lado del espejo.

Inmanenta. Reina de la decepción.
Mi triunfo fue demostrarle nada
a la Corte
que detestaba la religión
pero que jugaba a los juicios finales,
sin bien siquiera limpiarse los mocos aún.

Obligada por sí misma
a morir
a cabezazos contra la muralla
o buscar la forma
de devolverle a las flores
el zumo exprimido,
tal vez un delirio
en esta altura
de ojos bien abiertos.

Bien. Punto final.
Me quedo así

con tu última mirada de arrepentimiento

           que
   mil          cara.
  veces          mi
          dibujó


Arrojarse

                                                  Como perchas cuelga
                                                                   de una mampara
                                                                   la morgue se encuentra
                                                  al lado de tu ventana
                                                                   dubitas levitas evitas
                                                                   lontanas caras raras

y te precipitas a la calle
cierras la puerta
hay sol en este día,
ningún fantasma
pudo doblegarte
ni el sueño o el cansancio
se hizo razón
para olvidarse
de quien juzga
por vivir o pensar distinto;
compartiendo una impotencia
colectiva pero muda.

Acaso si nos reuniéramos
a comentarlo entenderíamos
que no estamos tan distantes.

Habla, explota ládra-
le a la exposición
a un mundo de alegóricas sonrisas
donde hacer el ridículo
es el peor pago
por las derrotas
enterradas
tras el muro
de los lamentos.

                                                  La lava traga dagas
                                                  habla la lengua rabia
                                                  savia fluye huye
                                                  el burgo de caras caras
                                                  nada calma las aguas
                                                  y una bomba de tiempo estalla 

Ha caído el muro
que se levantó
tras su caída histórica
y los horizontes infranqueables
son objeto de búsqueda y viaje
en las expediciones hacia la tierra
donde se explota
voraginalmente al hombre,
especie extrañamente
diferenciada por el exceso de agua
en ciertos lugares
y la sequía extrema en otros,
todo dispuesto como precioso
espectáculo citadino cotidiano
que ebulle la paciencia
de los encadenados
en las fronteras de una vida
                                                     /y otra.