jueves, 9 de enero de 2014

Percy Fuentes (1987)

Tras pasar una infancia adentrado en la naturaleza, hace un aterrizaje forzoso en Santiago el 2002, para enrolarse becado en un colegio capitalino. Proveniente del Valle del Limarí, deja ahí una familia cargada de sueños depositados en él. Luego de un delirante paso por el INBA, hace su arribo a los pastos de la USACH. Aporta en paralizaciones, tomas y marchas. Tiende a madurar, pero no lo logra. Busca por momentos la esencia natural de la condición humana; tras no encontrarla, en un proceso de aplanamiento afectivo, se adentra en el sur o en el desierto un par de veces por año. Actualmente desarrolla labores en un municipio, donde se esfuerza sobre todo por extraerle sonrisas a sus pares. Está convencido de que para hacer grandes cambios no basta con escribir poesía. Sin embargo, cuando se siente motivado, no duda en tomar cualquier lápiz y algún papel que soporte sus palabras. 


Ciudadela

Ciudad fallida
ciudad multada
ciudad abolida
ciudad sudada.

Ciudad indirecta
ciudad engañada
ciudad abyecta
ciudad viciada.

Ciudad coartada
ciudad violada
ciudad apartada
ciudad limitada.

Ciudad aturdida
ciudad goleada
ciudad malherida
ciudad adornada.

Ciudad reprimida
ciudad inhumana
ciudad advertida
ciudad profana.

Ciudad moribunda
ciudad apurada;
tristeza profunda
tristeza paqueada. 


A las plantas

Plantas, malezas, arbustos…
¡Llegó la hora de hacer la pega!
A expandirse por tierras virginales,
senderos deplorables y arrabales inertes
a lucir sus verdes ropajes sobre esta tiranía del polietileno
para colmar de energía y salud estos pueblos
para desarticular estos garabatos alimenticios
y así llenar por dentro estas mentes desnutridas.

A instalarse, vegetales ilustres,
en balcones, azoteas y patios,
hasta aborrecer el lamentable pavimento
hasta intoxicar de vida el metal nocivo
que evidencia en sus facetas disfrazadas
negocio, maldad y hambre. 

A brotar, hierbas amigas, con total desenfreno
hasta llenar las cárceles por dentro
hasta absorber abusos e injusticias
y elevar en sus ramajes coloridos
millones de presos.

A dispararse por jardines, queridos seres clorofílicos,
hasta  devolverle el cerebro al policía
que simplemente nos corta las manos
por tratar de ayudarlas a crecer.

Gente amiga, humanos de este texto,
alcemos los párpados sobre las plantas
y recordemos siempre que
ellas son nuestras
porque la tierra es nuestra
y nuestro es el futuro.


Semilleros

Un  deber enterrarlas frescas
tras superar la polémica gresca
con Monsanto como delincuente,
con este  empresario/presidente.
Reparten ese pequeño embrión
motivados por su agrícola pasión,
rediseñando la actual existencia
como añorando esa antigua esencia
de alimentarse en absoluta armonía
e intercambiarse frutos si se podía,
como la América indígena entera
de escasos químicos sobre la tierra.

Sin abusar del agua era la clave,
para que solas las pepas se instalen
a germinar bellas desde el fértil suelo.
Sin supermercados vivía mi abuelo.
Repartiendo semillas se hizo famoso;
si hoy día lo hiciera, iría al calabozo.


Importación

Contemplaciones pisoteadas 
ante el sangriento desgaste de la tierra.

Caso omiso de mis derroches 
proclamados por ambiciones gigantes
sobre naciones inconscientes y diminutas 
abiertas de piernas a las máquinas del progreso.

Hemisferio Sur  v/s Los Guatones del Norte 
Kilómetros de frustraciones y desaciertos
Mayorías difusas y perecederas 
con salarios literalmente asaltados
bajo la lúgubre amenaza 
de animales disfrazados de militares
orgullosos por lanzar gases degenerativos, 
envalentonados por su formación chupa-craneal. 


Esa junta de ex alumnos 

Llegué a besar aquella invitación telefónica,
inusitado llamado a la locura.

Abandonado a mi suerte de empleado full time
imaginé el peligro
de reunirme con esos singulares demonios.

Envalentonado por ese pasado festivalero
salí a tranzar mi destino en las cunetas
y así no más
escapé de la jaula burocrática
aún estando en pleno proceso de ascenso.

Preferí descender a los suburbios
y correr a abrazarme con ese puñado de idiotas.
La básica, la media y esas ridículas risas
que adheridas a nuestras bocas
nos enseñaron a paladear el sabor amargo
de aquellas múltiples expulsiones.

Quina en los bolsillos,
la mayor de las sequías detrás de mi corbata.
Me extirpo esa cursi camisa eufemística
y con la polera americana manchada de epopéyicos registros
inclino la balanza hacia un retroceso de conductas.

Memorable tarde viciada al desenfreno
brindando en recipientes de ilusiones veraniegas.
Renuncio sin objeción alguna al salario esclavizante
y con mis camaradas de antaño
nos impregnamos de energía ante al abanico de destinos.

Al día siguiente, ya adentrados en la ruta,
como niños dementes escapados de un encierro,
ampliábamos esa infinita lista de aventuras.